James podía ver a su madre moviéndose -como una pálida estrella ansiosa- entre los invitados en su vestido lila, saludando a cada uno de ellos con gusto, dándoles la bienvenida a su casa. No se había puesto un glamour a sí misma para parecer de la edad de su marido para la cena, y parecía enormemente joven, a pesar de que su cabello estaba arreglado con la gracia del de una mujer mayor, no el de una chica. Cuando Will se apartó de la multitud y fue a poner su brazo alrededor de Tessa, sonriéndole, el gris en sus sienes brilló como la plata. James miró hacia otro lado; amaba a sus padres por ser extraordinarios, pero a veces también los odiaba por lo mismo.