Capítulo 2
El primer rostro que vi cuando abrí mis ojos fue el mío propio.
La pared frente a la cama de hierro tenía espejos. Como
también lo estaban las paredes a mi izquierda y derecha, había cinco espejos o
tal vez eran seis. No olía nada, escuchaba nada ni veía nada más que a mí
misma.
Durante los pasados meses no había pasado mucho tiempo
viéndome en espejos por mis propias razones. Ahora que se me forzaba a verme no
podía creer que la chica a la que estaba viendo fuera yo. Mi cabello oscuro y
grueso estaba dividido a la mitad, y colgaba flojo y soso sobre mis hombros. Mis
labios estaban casi del mismo color que mi piel, como decir, blancos. Habían
ángulos en mi rostro que nunca antes había visto. O tal vez no habían existido
antes. Me veía como un fantasma, un cascarón, una extraña. Si mis padres me
vieran nunca sabrían quién era.